domingo, 28 de octubre de 2012

A 83 metros


Encontrarte en medio de un mundo de pesadilla irreal, rodeado de oscuridad absoluta real y de repente sentir como la luz pincha tus ojos gracias al maravilloso interruptor de tu habitación. 



La pregunta en medio de la madrugada, cuando tu cuerpo se encuentra todavía realmente sin saber si en el mundo de los humanos o en el que a éstos les gustaría ser, consiste en: ¿has visto las llaves? dime que si por favor!!! 

El impulso para salir de tu cama, digno de reconocido atleta, es tal que ni siquiera tienes en cuenta la caída. Sólo corres y buscas, sin saber muy bien cuantas llaves eran o que forma  tenían... correr y buscar... incluso en lugares que de haberlo pensado ni siquiera tendrías en cuenta.

Así que cuando las llaves aparecen, no gracias a ti, y vuelves a tu cama te das cuenta de dos cosas: 

La primera de ellas es que encontrar las llaves es la solución a tus problemas. Es importante saber de cuantas se trata porque sólo así sabrás que ya no deberías buscar más. Pero lo más importante es saber donde buscarlas porque sólo así dejarás de darte golpes con cada rincón absurdo en el que te aferres en encontrarlas sin haberlo pensado previamente. 

La segunda es que no siempre ver la luz es síntoma de que has encontrado el camino. Es importante que seas tú quien aprieta el interruptor y no te den la luz sin pedirla... si esto último sucede las posibilidades de elegir atajos te desviarán del camino principal con tanta facilidad que hasta que te reincorpores habrás pisado demasiada maleza.



Pero lo cierto es que muchas veces encontrar el interruptor y querer apretarlo es más complicado de lo que parece aunque muchos te repitan que tienes la solución demasiado cerca. Así que subir a lo más alto sin mirar donde has pisado para volver a bajar se convierte en la mejor solución momentánea. 



Encontrar esa posición en la que las cabezas quedan pequeñas y sus ojos no pueden hacerte daño porque la única mirada que puedes controlar es la tuya se convierte en la mejor protección que alguien pueda tener. 




Y si al principio te resulta incómoda y sientes frío debido a la altura, pronto se convierte en tu mejor hogar. Te permite ver el mundo sin necesidad de participar en ese juego del que ni querías que te eligieran para su equipo... no eras de los que levantaba la cabeza para que el líder te escogiera el primero y así subir tu rango de popularidad... no. 


Ni siquiera querías ser ese que se quedaba el último por descarte y ambos líderes permitían que el otro lo acogiera en su equipo por compasión.



Una vez que decides llamar a ese lugar tu propio hogar te das cuenta de lo sencillo que resulta vivir en él. Has creado tal radio de protección que ni el viento puede rozarte. 
Tu rutina se ha convertido en mirar sin observar, hablar sin decir nada o no hablar diciéndolo todo pero tú estás bien allí y no necesitas a nadie que apoye o se resista a tu decisión... sobretodo porque no lo escucharías.


Conforme pasa el tiempo te has dado cuenta que aunque las curvas del árbol comiencen a clavarse en las esquinas de tus huesos, el dolor es tan absurdo que parece que tu sangre se ha quedado dormida. Has comenzado a no sentir el dolor y aunque tú querías subirte a las alturas para lograr ese objetivo te das cuenta de que junto al dolor se ha incluido todo lo demás... y sé que deseabas que ni el cálido viento te rozara  pero sabes que ahora  hasta echas de menos el frío punzante del aire en la nariz.


Creías que podías permanecer siempre en el lado oculto de la luna, creías que subir a las copas de los árboles rápidamente casi sin tocarlos era un buen lugar para esconderse, creías que agarrarte al tronco de la rama más alta lo más fuerte posible y con los ojos cerrados haría desaparecer todos tus fantasmas... pero lo cierto es que ahora quieres volver a pisar la tierra. 



Subiste tan rápido que no recuerdas en que agujeros iban las puntas de tus zapatos ni cual es el camino de regreso... y lo peor es que sabes que por ti mismo no serás capaz de averiguarlo así que no te queda más remedio que volver a comunicarte y despertar de ese mundo de abstracción permanente. 



El problema es que ya casi no recuerdas las palabras pero si los gestos que siempre dicen algo mejor... así que cuando menos te lo esperas aparece esa mano que te ayuda a bajar. Tú no sabes como ha podido aparecer ni quien le ha avisado de tu ubicación si la mayoría de las personas sólo miran al frente o a los dedos pequeños de sus pies... 





Entonces entiendes que en realidad aunque no dijeras nada gritabas tan fuerte que alguien te escuchaba, que tú no les veías pero ellos te miraban y que sólo tú sabes cuantas llaves necesitas para abrir tus puertas y cuando debes darle al interruptor para ver la luz.

xoxo 

Almu