lunes, 10 de diciembre de 2012

Cuando Willy Naves invirtió las leyes de mi lógica musical


Solía pensar que el orden lógico era enamorarte previamente de la música en un formato capaz de recorrer hasta tus pies casi antes de entrar por tus oídos. Entonces era cuando entrabas en un bucle constante del que no podías separarte mientras estuvieras despierto... y necesitabas escucharla casi tanto como respirar para continuar. 

Después, cuando el cerebro era capaz de reproducir esa música sin necesidad de escucharla en la realidad, deseabas que llegara el día en el que pudieras comprobar si esa energía se podía multiplicar en un directo... y cuando esa fecha se anunciaba, el bolígrafo rojo se encargaba de hacerte ver que cada día era uno menos.

Llegada la fecha del concierto deseado, se cortaría tanto tu respiración que los días posteriores sólo serían los suspiros que no exhalaste...

Pero eso es lo que solía pensar... ahora estoy convencida de que el instante no se genera gracias a ningún orden.



No sabría decir si fue la primera nota que Willy Naves tocó esa noche en El Veintiuno (Huesca) o fue el segundo silencio que no cantó...

No sé si fueron las palabras que dejaron de decirse entre las frases de Emil Sinclair, los milímetros de mirada que asomaban cada vez que se despegaban sus ojos durante La tortuga y el Koala o el balanceo rítmico que nos contagió El circo.

Intento descifrar si el instante surgió cuando algunos nos negamos a crecer en Tu Película, Mis miedos o fue al final de la Canción feliz para chicos tristes cuando la sencillez del acorde unido a los principios de sus frases definieron la palabra entrañable.

Lo único que sé es que sin darme apenas cuenta ellos con su música me arrastraron hasta el punto que logré ver el mismo fondo negro a mi alrededor que puede observarse en Carta a las especias.


Pensé que tal vez Placebo haría surgir ese instante y lo cierto es que  si ya tenía  predilección por ella antes de su directo ahora es todavía mayor porque la realidad de su letra se hace todavía más cruda cuando sientes la potencia de las palabras en la voz.

Pero Muerte y destrucción fue la canción que logró llegar hasta nuestros pies casi desde que la banda desapareció para dejar a Willy con nosotros... desde que sonó el primer arpegio la desnudez y calidez de su voz hizo que nos diera miedo pestañear por si este gesto molestara a su confesión.
 

Quien estuvo esa noche ha podido pensar que he dejado de nombrar alguna canción de su setlist... pero yo no pretendo contaros con exactitud todo lo que pasó esa noche. Mi propósito con esta crónica es que dando pequeñas pinceladas de lo que sentí consiga que deseéis que llegue la fecha de un directo para verlo vosotros mismos.



También alguno se habrá dado cuenta de que no recuerdo con exactitud el orden en el que las canciones sonaron y si he de ser sincera de saberlo sería lo primero que olvidara.

Sin embargo recordaré cuando sentí la misma energía con la que él nos lo contaba, a quien recordé cuando sonó esa versión mejorada al final de la noche, cuando pude comprobar que su voz aterciopelada no sólo sonaba en el formato regular, pero sin duda recordaré que gracias a su directo la música invirtió mi orden lógico.


Si todavía no lo conocéis podéis escucharle aquí o aquí o también enteraros de sus conciertos o de sus frases bonitas aquí


xoxo

Almu