Solía
pensar que el orden lógico era enamorarte previamente de la música
en un formato capaz de recorrer hasta tus pies casi antes de entrar
por tus oídos. Entonces era cuando entrabas en un bucle constante
del que no podías separarte mientras estuvieras despierto... y
necesitabas escucharla casi tanto como respirar para continuar.
Después, cuando el cerebro era capaz de reproducir esa música sin
necesidad de escucharla en la realidad, deseabas que llegara el día
en el que pudieras comprobar si esa energía se podía multiplicar en
un directo... y cuando esa fecha se anunciaba, el bolígrafo rojo se
encargaba de hacerte ver que cada día era uno menos.
Llegada
la fecha del concierto deseado, se cortaría tanto tu respiración
que los días posteriores sólo serían los suspiros que no
exhalaste...
Pero
eso es lo que solía pensar... ahora estoy convencida de que el
instante no se genera gracias a ningún orden.
No sabría decir si fue la primera nota que Willy Naves tocó esa noche en El Veintiuno (Huesca) o fue el segundo silencio que no cantó...
No sé si fueron las palabras que dejaron de decirse entre las frases de Emil
Sinclair, los milímetros de mirada que asomaban cada vez que se
despegaban sus ojos durante La tortuga y el Koala o el
balanceo rítmico que nos contagió El circo.
Intento
descifrar si el instante surgió cuando algunos nos negamos a crecer
en Tu Película, Mis miedos o fue al final de la Canción
feliz para chicos tristes cuando la sencillez del acorde unido a
los principios de sus frases definieron la palabra entrañable.
Lo
único que sé es que sin darme apenas cuenta ellos con su música me
arrastraron hasta el punto que logré ver el mismo fondo negro a mi
alrededor que puede observarse en Carta a las especias.
Pensé
que tal vez Placebo haría surgir ese instante y lo cierto es que si ya tenía predilección por ella antes de su directo ahora
es todavía mayor porque la realidad de su letra se hace todavía más cruda cuando sientes la potencia de las palabras en la voz.
Pero
Muerte y destrucción
fue la canción que logró llegar hasta nuestros pies casi desde que
la banda desapareció para dejar a Willy con nosotros... desde que
sonó el primer arpegio la desnudez y calidez de su voz hizo que nos
diera miedo pestañear por si este gesto molestara a su confesión.
Quien estuvo esa noche ha podido pensar que he dejado de nombrar alguna canción de su setlist... pero yo no pretendo contaros con exactitud todo lo que pasó esa noche. Mi propósito con esta crónica es que dando pequeñas pinceladas de lo que sentí consiga que deseéis que llegue la fecha de un directo para verlo vosotros mismos.
También alguno se habrá dado cuenta de que no recuerdo con exactitud el orden en el que las canciones sonaron y si he de ser sincera de saberlo sería lo primero que olvidara.
Sin
embargo recordaré cuando sentí la misma energía con la que él nos
lo contaba, a quien recordé cuando sonó esa versión mejorada al
final de la noche, cuando pude comprobar que su voz aterciopelada no
sólo sonaba en el formato regular,
pero sin duda recordaré que gracias a su directo la música invirtió
mi orden lógico.
Si todavía no lo conocéis podéis escucharle aquí o aquí o también enteraros de sus conciertos o de sus frases bonitas aquí
xoxo
Almu