Hoy he de deciros de antemano que este post probablemente alcance dimensiones un tanto extensas pero son tantas las cosas que tengo que decir que seguramente me será imposible suprimirlas así que espero que no os resulte muy pesado para los que queráis leerlo.
Cuando era pequeña me encantaban las comidas familiares… ya sabéis, esas celebraciones a las que ahora en algunas ocasiones preferirías evitar pero que entonces te encantaban… te preparabas durante toda la semana para el gran evento, cada hora era una menos y sólo ansiabas que llegara ese día. En mi caso para jugar con mis primos, recibir algún que otro regalo pero sobretodo la razón por la que me encantaban esas comidas era… por el primer plato. Me encantaba el entremés…
Así que ese día al despertar no sentía pereza, sabía que era el gran día y me vestía lo más rápido que podía esperando el gran momento… hasta que por fin llegaba y nos íbamos a casa de mis tías... corría como la que más, abría la puerta la primera y a partir de entonces mi felicidad alcanzaba niveles tan altos que nada podía destruirla.
Me sentaba en la mesa con las manos encima de las piernas y esperaba ansiosa a que mi tía colocara el plato enfrente para poder hacer mi ritual de escáner visual. Daba igual el año, el mes, el motivo de la celebración… siempre sucedía lo siguiente: miraba detenidamente los alimentos y siempre había uno que no me gustaba nada, otros que me daban un poco igual y mi preferido. Entonces dedicaba mi tiempo a comérmelos por orden de NO preferencia... empezando por el peor y dejándome el mejor para el final. Y sólo así conseguía saborearlo retrasando siempre el último bocado para que ese momento no acabara jamás...en fin, envidiaba a las vacas y a su regurgitar por tener la capacidad de repetir constantemente el mismo placer.
Y sí…cuando empecé a crecer pensé que esa situación no volvería a darse… que esa misma emoción no la podría obtener con ningún otro momento. Pensaba que la razón por la que me emocionaba tanto ese día se encontraba en la inocencia infantil y que ya no iban a darse circunstancias similares como para sentir lo mismo… estaba equivocada.
Pero lo he vuelto a sentir…
Las noches anteriores mi cerebro sólo es capaz de producir sueños sobre ese momento, cada día que pasa parece que aumentara sus horas queriendo retrasarlo, las horas previas son interminables y aunque sé que el deseo es enorme… una gran tristeza se apodera de mi cuando pienso que por mucho que tarde en llegar, el último bocado de la croqueta es el más rápido en comer y el que más echas de menos cuando se acaba.
Supongo que el que me conozca sabe de que estoy hablando… y sí ...ese momento increíble para mí es ir a un concierto.
Durante los tres últimos años he acudido a varios y siempre es esa la sensación… así que el día post concierto, cuando me doy cuenta de que la felicidad se ha convertido en añoranza y la tristeza se ha apoderado totalmente de mi ser sólo deseo una cosa: agarrarme a algo que sea capaz de trasladarme en el tiempo hasta ese momento. Así que de manera equivocada dedico ese día a "intentar" rememorar (o regurgitar) una y otra vez el sentimiento vivido en ese concierto leyendo las distintas crónicas y críticas que alguien redacta sobre él.
Algunas relatan el orden de las canciones acompañadas de palabras de elogio, otras se dedican a describir el sonido nefasto u óptimo de la sala, otras se centran más en recordarnos los eps, cds, maquetas, discográfica, otras nos dan grandes lecciones del estilo y sus orígenes… pero personalmente siempre pienso que algo se les escapa… no sé si por falta de conocimiento en algunas ocasiones o por falta de esa sensación de la que os estoy hablando en otras.
Esta es la razón por la que decidí hacer este blog… no aspiro a grandes logros actuales, ni a miles y miles de visitas... Yo no quiero que cuando alguien lea lo que escribo recuerde el orden de las canciones , la nota desafinada, si su música se separa o no de lo comercial, la guitarra que no sonó, el público adolescente o de mayor edad que acudió a la sala, el estilismo del cantante ni el elevado o mísero coste de la entrada…
Únicamente deseo dos cosas: que alguien que haya acudido al mismo concierto consiga a través de mis palabras rememorar la misma sensación que vivió desde que sonó la primera nota y que aquellos que no hayan podido asistir sientan la necesidad de querer ir al próximo ansiando vivir el mismo sentimiento que yo viví.
Xoxo
Almu