jueves, 26 de abril de 2012

Regalos intuitivos


La única cosa realmente valiosa es la intuición.
No es una frase producto de mis propias conclusiones, en realidad  fue Einstein quien la formuló pero he querido rescatarla para darle la importancia que se merece en este post.

La intuición me decía que iba a descubrir una parte de él que no esperaba... que el sonido que había escuchado hasta entonces no iba a ser suficiente para explicar la grandeza del directo. Sin duda la intuición no traicionó.

Comenzó a tocar las primeras notas de la Llorona, trasladándonos con ellas al lugar que pretendía. Los golpes a ambos lados de la boca de la guitarra producían el sonido del acorde, sin necesidad de comenzar con nada más. Convirtió a la canción en la máxima sencillez pues de él salía la voz, los acordes  y el ritmo pulsado. 




Aquí podéis escucharle en el Festival Pirineos Sur 2011.


Así es Jairo Zavala... desnudándose desde el principio, nos muestra su arte sin trampa ni cartón y mientras lo hace te desafía constantemente con  su mirada como diciéndote: ¡Así soy yo y esta es mi música! Al tiempo que eleva con un golpe su barbilla.

Hiptoniza tus brazos desde la primera canción. Él no lo advierte pero sin darte cuenta conforme avanzan sus notas tus hombros cobran vida propia y tu cuerpo ya no te pertenece. La música se ha adueñado de él y solo puedes dejarte llevar siguiendo el ritmo que él marca.
Un estilo diferente, no encasillado, plagado de distintas raíces, un sonido cálido y embaucador que te traslada a otros tiempos sin reloj y a otros lugares sin dejarte tiempo para hacer las maletas...




Nos presentó su último álbum "Nubes de Papel" y lo hizo acompañado por Lucas Álvarez de Toledo al teclado, voces y guitarra (una gran voz que descubrimos previamente al concierto) y de Andres Litwin y su magnífico pie a  la batería. 


Su música ha ido viajando por lugares de casi todo el mundo y ha arrastrado de todos una pequeña parte. Ha actuado en grandes festivales internacionales, en salas de más partes del mundo de las que yo podré visitar probablemente y sin embargo vino hasta Barbastro, en un lugar en el que pese a no primar la cantidad de personas primaba la calidad humana.



Lo cierto es que éramos relativamente pequeños como público y sin embargo desde la primera nota nos hizo sentir los más importantes haciéndonos partícipes de sus coros y animándonos a sentir lo que él quería transmitirnos.

Hizo que nos olvidáramos del azul fuerte de los asientos, del color sombrío y de las esquinas y paredes de alrededor. Nos condujo hasta un lugar lleno de luz y arcoiris de colores. Nos quitó el frío arrastrándonos a sitios en los que el calor es la temperatura habitual. Elevó nuestros cuerpos de la silla sin necesidad de que el cerebro concediera ese permiso y cuando parecía que ya había acabado todo y que el momento de la despedida ya se había producido  quedaba la última carta por jugar.



Comanche puso el punto y  aparte de la noche. Todos sabíamos que las oportunidades de bises se habían acabado, todos maldijimos aquella canción en la que nuestro cuerpo nos pedía sentir la música  con los pies en el suelo y por vergüenza de ser el único que se levantara nos conformamos con  marcar solo el ritmo con un pie permaneciendo sentados. Así que tratándose de nuestra última oportunidad decidimos levantarnos y ya no existían sitios numerados ni espacios acotados en los que moverse.


Comanche rompió esas barreras, hizo que todas las emociones que aveces contuvimos afloraran disparadas sin ningún dique que las contuviera.  Nos mirábamos unos a otros sonriendo a pesar de no conocernos y sin embargo fue el mismo sentimiento el que nos hizo cercanos. Y es que su  música nos conectó. Él lanzó su energía y nos inyectó un poco a cada uno.

Puede que  algunos fueran sus fans incondicionales, puede que otros fueran a verle acompañando a sus parejas, puede que algunos no hubieran escuchado todas sus canciones e incluso puede que varios se fueran del concierto pensando que habían ido a ver a un tal “Pedro"...

Pero absolutamente todos los que estábamos allí nos fuimos con el mismo tesoro en el bolsillo. Por el módico precio de una entrada nos regalaron unos minutos de felicidad. Pero no una felicidad variable, no. Depedro consiguió que todos estuviéramos en el mismo punto. Da igual los problemas que tuviéramos, el grado de tristeza en el que nos encontráramos antes de escucharles... su música nos arrastró por unos segundos a la felicidad completa y por muchas palabras que escribiera en este post nunca conseguiré agradecérselo lo suficiente.

Gracias por este regalo

Xoxo
Almu