Os presento al protagonista de hoy :
Durante estos días hemos oído que han pasado 50 años desde que Philips en 1963 introdujera en Europa aquel aparato cuadrado con dos ojitos que permitía que escucháramos nuestra música favorita. Dicen que es su aniversario.
Me he dado cuenta de que cuando se celebran los cumpleaños es porque se rememora algo que está presente pero cuando se celebran los aniversarios es que hace mucho que nadie habla de él. Por este motivo me he decidido a rememorar los buenos momentos que algo tan pequeño nos pudo dar. Yo digo que es su cumpleaños.
Todos hemos rebobinado un casete en innumerables ocasiones para escuchar nuestra canción preferida. Canción de la que probablemente ahora nos avergonzamos o nos preguntamos una y otra vez ¿cómo podía gustarme tanto?... es algo parecido a lo que ocurre cuando en una de esas tardes nostálgicas te da por ver fotos de tu infancia o de tu adolescencia.. las miras de arriba abajo y piensas ¿en qué momento los planetas se alinearon, mis neuronas conectaron con mis sentimientos e hicieron que yo pensara que esa ropa era la más maravillosa del mundo?
Pues algo así sucede con mis recuerdos musicales... pero bueno, ese es otro tema del que algún día hablare y eso sucederá cuando esté preparada para afrontar mi pasado. He de deciros que todavía no ha llegado ese momento.
Así que aunque en su momento me doliera, agradezco a aquellos casetes que de tanto escucharlos de repente un día decidieron abandonarme. La voz de Laura Pausini empezó a mutar convirtiéndose en la niña del exorcista y al apretar la tecla más dura del radio casete (me refiero al eject)no sólo salía la cinta sino que esta vez venía acompañada de centímetros y centímetros de cinta magnética.
Era lo peor que te podía suceder. Ese cantante te abandonaba y sabías que ya no había vuelta a atrás... Y aunque intentabas por todos los medios meter el dedo meñique en el agujero del casete para intentar recuperar la cinta... no había manera. El casete había muerto. Sólo quedaba asumirlo.
Pero siempre había alguien, en mi caso mi padre, que acudía a la economía de subsistencia y aunque veía que tu estabas en tu momento de máxima agonía, intentaba consolarte con estas palabras: tranquila... ya pondremos la cinta en el campo para espantar a los pajaritos ¡ya verás!... nunca entendí porque mi padre pretendía consolarme con esa frase.
Aunque el momento culminante para el casete surgió cuando fue posible su grabación. Todos comprábamos cintas vírgenes en las que guardar lo que fuera para escucharlo una y otra vez... y digo guardar lo que fuera porque nos encantaba esconder los recuerdos y nos fascina desenvolverlos cuando pasa el tiempo. No sólo grabábamos música sino que también nos daba por grabarnos cantando, contando la lección de conocimiento del medio, los ronquidos de tu abuelo, la canción de tu serie favorita... infinitos recuerdos que en ocasiones permanecen aún más vivos que las imágenes.
¿Quién no ha permanecido inmóvil junto al radio casete con el dedo pegado en la tecla “rec” mientras esperaba con nerviosismo a que sonara la canción del momento? ¿Quién no ha llamado a la radio local para dedicar una canción a su mejor amiga esperando impaciente para grabarlo y apretar rápidamente al stop para que al final de la canción no se grabaran las cuñas? ¿Quién no ha roto el trozo de plástico pequeñito para que esa cinta nunca más pudiera regrabarse? Sí... todos lo hemos hecho.
Mi madre se encargaba de grabar las cintas que nos llevaríamos en vacaciones. Me encantaba mirarla mientras lo hacía... grababa siempre canciones de los discos de vinilo en una cadena de música de la marca Marantz que por lo visto fue para mis padres la gran inversión del momento.
Era como su gran ritual. Lo hacía en silencio y tan concentrada que parecía que a mi tampoco se me estaba permitido hablar... Así que yo la miraba sentada en el suelo con las piernas cruzadas sin decir ni una palabra. Le encantaba mezclar en las grabaciones a distintos cantantes y sobretodo su mayor afición era acabar el sonido de cada canción disminuyéndolo poco a poco y así enlazar el sonido con la siguiente... de manera que cuando escuchabas el resultado final nunca había silencios... se convertía en una gran canción infinita.
No sabría contabilizar la de veces que escuché algunos casetes y es curioso porque aún ahora escucho alguna de esas canciones y cuando acaba, sin saber cómo ni por qué me acuerdo de la canción que venía después. Mis padres siempre se reían de mi reacción porque en cuanto finalizaba una canción, canturreaba las primeras notas de la siguiente o decía: ¡pásala que ésta no me gusta! Y ellos replicaban: ¡pero si todavía no ha sonado!
A lo mejor algunos de vosotros os habéis visto reflejados en mis palabras y es que en la infancia musical de aquellos que vivimos en los 80 o los 90 uno de los grandes protagonistas fue la cinta casete. Me da lástima que en la actualidad haya niños que puedan llegar a pensar que el primer aparatoen el que se ha escuchado música es en el mp3...
Así que yo esperaré a que los casetes se consideren vintage y resurjan de sus cenizas. Mientras tanto me dedicaré a recuperar todos aquellos casetes olvidados ya que estoy segura de que muchos guardan recuerdos equivocadamente abandonados.
xoxo
Almu